lunes, 24 de agosto de 2009

La pereza de pensar

Un maestro contaba siempre la misma parábola al finalizar cada clase, pero los alumnos no siempre entendían el sentido de la misma…
- Maestro –lo encaró uno de ellos una tarde-, tú nos cuentas los cuentos pero no nos explicas su significado…
- Pido perdón por eso –se disculpó el maestro-. Permíteme que en señal de reparación te convide con un rico durazno.
- Gracias maestro –respondió halagado el discípulo.
-Quisiera, para agasajarte, pelarte el durazno yo mismo. ¿Me permites?
- Sí, muchas gracias –dijo el alumno.
- ¿Te gustaría que, ya que tengo en mi mano el cuchillo, te lo corte en trozos para que te sea más cómodo?
- Me encantaría… pero no quisiera abusar de su hospitalidad, maestro…
- No es un abuso si yo te lo ofrezco. Sólo deseo complacerte…
Permíteme también que lo mastique antes de dártelo.
- No maestro, ¡no me gustaría que hiciera eso! –se quejó sorprendido el discípulo.
El maestro hizo una pausa y dijo:
“Si yo les explicara el sentido de cada cuento… sería como darles de comer una fruta masticada”.

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