viernes, 4 de septiembre de 2009

Un pensamiento en el Páramo

¿Qué nos pasó, amor? Me pregunto qué nos pasó… Vienen a mi mente tus labios diciéndome que nos pasó el tiempo, que fue una etapa, que nada es para siempre, que debemos desplegar nuestras alas, que…

¿Adónde querías volar, amor? ¿No había suficiente cielo en esta pradera que con una palabra convertimos en páramo? ¿Acaso no construíamos juntos aquellos puentes para alcanzar el corazón del mapa de nuestra historia? Nos adentrábamos en la niebla con los ojos cerrados, haciendo fuerza como si algo terrible y doloroso nos estuviera por suceder; pero íbamos de la mano y, finalmente, hallábamos el origen de la luz e iluminábamos cada rincón antes desconocido para profundizar la comprensión de uno y del otro, para que el verbo amar no pueda definirse en ningún diccionario.

¿Adónde emigraste, amor? ¿Encontraste frío o calor más allá de nuestras fronteras? Te di un último beso desesperado que, aparentemente, era pesado para agregarlo a tu equipaje. Ibas liviana, en busca de algo diferente de mí y de tu construcción, tu realidad de vos misma a mi lado. ¿Adónde abriste las manos para que cayera tu valija etérea? ¿Qué historias vas a contarles a los desconocidos? ¿Víctima o victimario? ¿Conociste el amor, perdiste el tiempo, viviste mágicamente, tristemente, porteñamente?

Y mi corazón… ¿Para qué voy a mentirte? Mi corazón yace en penumbras en mi interior. No hay adrenalina suficiente para que mis pulsaciones se aceleren como cuando te veía acercarte a mí con intenciones de besarme o regalarme una de esas caricias que desencadenaban una ola de amor, deseo y completitud. Mi corazón, más que latir, suspira. Suspira en tu ausencia.

Y así paso los días. Tengo una lápiz y un anotador a mano por si vienen a mí esos versos que uno detesta olvidar. Es también un diario de viaje, de viajes interiores que siempre conducen al mismo sitio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario